Hace un par de años, aprovechando las vacaciones, decidí tomar un respiro y viajar con mi familia la ciudad de Lamas, en San Martín, Perú. Necesitaba despejar mi mente, buscar respuestas que parecían esquivarme en el ruido constante de la ciudad.

Lamas, con su aire puro y su tranquila atmósfera, parecía un mundo aparte, un lugar donde el tiempo se movía a un ritmo diferente. Ese día, después de visitar el castillo de lamas y otros lugares, me detuve frente a un pequeño jardín, cuidado amorosamente por los locales. Una señora mayor, al ver mi interés, se acercó y empezamos a conversar. Me generó tanta confianza, que le conté algunos desafíos personales y cómo me sentía en ese momento.

Con una sonrisa, la señora compartió conmigo una lección que había aprendido de su jardín: «A veces, lo mejor que puedes hacer es aceptar que algunas cosas están fuera de tu control. Como con estas plantas, algunas crecerán a pesar de las malas hierbas, y otras necesitan ser replantadas o liberadas para prosperar».

Esa simple conversación encendió una chispa en mí. ¿Y si aceptar no significaba rendirme, sino permitirme moverme hacia soluciones más constructivas?, al regresar a casa, tomé la decisión de soltar algunas cosas y tomar decisiones que, aunque no eran perfectas, me liberaba de la carga constante del conflicto que vivía en ese momento.

Desde entonces, he incorporado este principio en mi sesiones de coaching, ayudando a otros a entender que la aceptación puede ser una poderosa herramienta de liberación y transformación personal. Aceptar no siempre es fácil, pero a menudo es el primer paso para encontrar un nuevo camino, una nueva manera de florecer.

Durante estos años he conversado con diversas personas que han vivido grandes transformaciones, he observado que una verdadera aceptación resulta liberadora. Mientras que la resignación cierra oportunidades, asumiendo que nada cambiará, la aceptación abre un espacio para comprender nuestras realidades de manera no crítica, lo cual invita a la posibilidad de un cambio. Este proceso no es una entrega pasiva, sino un reconocimiento activo que sienta las bases para una transformación auténtica, alineada con lo que verdaderamente valoras.

«Aceptar no es siempre sencillo, pero frecuentemente es el primer paso para descubrir nuevos caminos y formas de prosperar.»

Para practicar la aceptación te invito a considerar los siguientes pasos

Paso 1: Diferencia entre aceptación y resignación
Es crucial entender que aceptar no es sinónimo de resignarse. Aceptar significa reconocer la realidad tal y como es, sin intentar negarla o modificarla precipitadamente. La resignación implica rendirse y perder la esperanza de cualquier mejora. Distinguir entre ambos te permitirá ver la aceptación como un paso proactivo, no como un fracaso.

Paso 2: Practica la aceptación consciente
Implementa la práctica de atención plena (poner tu enfoque en el presente sin juicios) para observar tus circunstancias sin reacciones automáticas. Esto te facilitará identificar más claramente las opciones y caminos que antes podían estar velados por la frustración o el desaliento.

Paso 3: Identifica acciones alineadas con tus valores
Una vez aceptada tu situación, reflexiona sobre cómo puedes actuar de manera que refleje tus valores y prioridades. Por ejemplo, si te encuentras insatisfecho con tu empleo, aceptar esta realidad podría abrirte a explorar nuevas vías como la adquisición de nuevas competencias profesionales o la búsqueda de nuevas oportunidades, en lugar de sentirte atrapado.

Paso 4: Comprométete con un cambio positivo
Comprométete a tomar medidas específicas que no solo modifiquen tu situación actual, sino que también fortalezcan tu sentido de autonomía y propósito. La aceptación te ayuda a realizar cambios bien informados y considerados, no impulsados por la desesperación, sino por un entendimiento claro y sereno de tus opciones.

Recuerda, cada momento de aceptación es una oportunidad para reinventarte y dirigir tu vida hacia tus verdaderos anhelos.

Un abrazo

Luz María
Coach Profesional